sábado, 16 de octubre de 2010

Nunca la última opción.

Cuando comenzó a rondar en su cabeza, la idea de que podría pasar algo más allá de una amistad con su mejor amigo, ella parecía tener seguro nada y querer sentir todo, la impulsividad y la impaciencia la caracterizaban, más de la cuenta y ciertamente más de lo que ella se lograba dar cuenta.

De dimes y diretes se llenó, tanto así que ahogada comenzó a sentirse, ¿Cómo sería posible dedicarse a él en una relación, si no sabía dedicarse a ella misma? Lo que era una sincera preocupación se entendió como el egoísmo más puro. Comenzó él a alejarse y a comportarse raro, como si ella fuera mala y él bueno, como si ella lo dañara y él no sanará.

Las conversaciones más simples se tornaron densas, cuando ella pensaba que lo tendría como amigo, no se daba cuenta de que lo perdería como hombre y aún cuando intentaba cuidarlo como sustento de risas, terminaba alejándolo como sustento de suspiros.

Algo le faltaba a ella, en cambio, él era simple, de esa simpleza exquisita que sólo la ingenuidad regala y el tiempo descascara. Temía dañar esa ingenuidad al requerir más energía…

Algo se había metido en su mente, ahora él pensaba, luego de un no (no tan rotundo como ella hubiera querido) que era la última opción, opción que se negaba rotundamente (no tan rotundamente como él quisiera) a ser. Equivocado estaba, pues para ella no había opción más primera que él, y eso era lo que cuidaba, con unos cambios por acá y otros por allá, seguramente ambos podrían ser perfectos para el otro, como anillo al dedo o dedo al anillo, pero tranquilos.

Pero, Cómo ella podría hacerle entender a él, que por mucho que lo quisiera, él se alejaba de lo real, un quijote que por buscar luchar con gigantes, no veía los molinos de viento. Hecho que no podía ser deshecho por más nadie que él, y al hacerlo, si es que así quisiera, quizás y sólo quizás perdería lo más lindo que ella le encontraba, su ingenuidad, su pureza que por ser tan pura, a ratos exasperaba.

De repente, ella se cansó de pensar desde el NO, incluso pensó en alejarse lo máximo que su cercanía le permitiera, logrando incluso que él se cansara y decidiendo en más de una ocasión no volver a verse, no hablarse y no toparse.

En fin, cuando lo conoció y cuando lo reconoció, ella era, igual que Julia Corzas, aquella que Mastretta inventó juntando a varias en una, una que la caracterizaba de pies a cabeza, “era pálida como un canario, inconsciente como un gorrión, necia como un pájaro carpintero, concentrada como lechuza, incansable como si fuera un colibrí. Tan distintas alas en la misma mujer daban una criatura atractiva y volátil, empeñada en decir que sólo ambicionaba estarse quieta”.

Quizás lo que ambicionaba estaba más cerca de lo que pensaba, no en él sino en otro, pero esa es otra historia.

0 comentarios: